Heriberto Yañez Castillo
Se escuchaba en las aulas, se rumoraba en los pasillos de las escuelas, se discutía sobre ello en la sobremesa del desayuno en las universidades, la presentaron con orgullo y aplausos en los foros a nivel nacional, es la hoy reprobada reforma educativa.
En México, dadas las condiciones de desigualdad que han permeado en las ultimas décadas, una reforma genera confianza para un futuro mejor como país. Pero, la reforma hecha a la educación en el último sexenio no fue precisamente un hito de esperanza para la transformación del Sistema Educativo Nacional. La primicia radicaba principalmente en el término calidad entendiéndose como “la cualidad de un sistema educativo que integra las dimensiones de relevancia, pertinencia, equidad, eficiencia, eficacia, impacto y suficiencia” (INEE, 2013, p. 11).
Reformar el Articulo 3 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (2013), adicionando un tercer párrafo que a la letra dice que el Estado “garantizará la calidad en la educación obligatoria de manera que los materiales y métodos educativos, la organización escolar, la infraestructura educativa y la idoneidad de los docentes y los directivos garanticen el máximo logro de aprendizaje de los educandos” (p. 26)., así como implementar la Ley General del Servicio Profesional Docente; no es suficiente para emprender una reforma educativa congruente con las necesidades de nuestro actual sistema educativo, pues apuntala como responsable únicamente a un elemento de todo el sistema en cuestión, el maestro.
Sin embargo la operación de la Reforma Educativa como política pública se apega a varias recomendaciones de los teóricos del institucionalismo como Seidman y Pound, quienes proponen partir para la implementación de políticas, de una ley fundante. En nuestro caso se comenzó por una reforma constitucional que a su vez provocó cambios en la Ley General de Educación, buscando modificar las instituciones para darle no sólo legalidad al proyecto, sino también legitimidad jurídica (Peraza, 2016, p. 11).
Derivado de lo anterior, argumento que la reforma educativa se vertió sobre el maestro como el único sujeto de cambio para lograr la calidad educativa, dejando de lado otros elementos importantes que deben ser objeto de transformación, esto último haciendo referencia a los planes y programas de estudio, la inexistente o poca infraestructura de escuelas que abundan sin un solo pupitre, sin módulos sanitarios dignos y sin luz eléctrica; y sobretodo la inequidad que existe en la población para acceder a una educación básica.
Cuando puntualizo a la inequidad y parafraseando a Ornelas, me refiero a la justicia distributiva, donde se debe buscar la igualdad de consideración normativa para todos los ciudadanos de un país, pero con diferenciación en el trato a quienes padecen desventajas sociales, vulnerabilidad o exclusión (1995, p. 43).
Haciendo una revisión del diagnóstico del cual parte la Reforma Educativa, en 2018, Gil declara lo siguiente:
Lo que es deplorable es que el gobierno se centró, solo, en los resultados de los exámenes estandarizados como prueba de la necesidad de la reforma acordada en el Pacto por México, dejando de lado, sistemáticamente, otros factores que inciden, condicionan y producen las trabas a una mejor educación para todos los mexicanos (p. 305).
Pero para comprender a la reprobada reforma educativa ahora que se anuncia su derrumbamiento, revisemos la postura de algunos de sus más grandes jueces, Gil (2018) por ejemplo, menciona que “sin ser, ni haber sido una reforma orientada a la transformación de los procesos educativos, su ejecución ya dañó, y lastimará aún más, con su caída, a la educación pública en México” (p. 304).
La mirada de los críticos de la Reforma Educativa señalan reiteradas veces, que el maestro es la pieza clave de todo el sistema educativo, también que el maestro es el centro de la reforma y la transformación educativa, por lo que no es honorable por parte de las autoridades y de la política educativa, culparlo y responsabilizarlo de las fallas del sistema en su conjunto.
En palabras del Ministro de Singapur Heng Swee Keat citado por Pak Tee Ng (2017) un maestro esmerado es aquel que cree que todos los niños tienen la capacidad de aprender y que actúa según ese criterio. Es capaz de conectar con el niño y motivarlo, conocerlo, dar forma a sus valores y a su carácter, ayudarlo a crecer como persona y sacar lo mejor de sí. Un maestro esmerado también es un profesor habilidoso, domina el contenido y es capaz de involucrar a los estudiantes con una planeación bien pensada y una ejecución habilidosa. Sé que no es nada fácil ser un maestro esmerado (p. 217).
Lo anterior derivado de la importancia que tiene el papel del maestro dentro de una reforma educativa, pues sin importar como las políticas públicas intenten cambiar el sistema educativo, esto no ocurrirá a menos que haya maestros esmerados y comprometidos para que todo ello suceda.
Para concluir se puede inferir, de la urgente necesidad por transformar la educación en México partiendo de un diagnóstico situado en las fortalezas y debilidades del sistema educativo, considerando el contexto sociocultural de los niños y adolescentes, y aprobando la gran labor que hacen los maestros con vocación y amor día a día, buscando siempre además oportunidades para mejorar y transformar su práctica docente.
Ya en 1995, Ornelas declaraba que la pedagogía del amor “hacía llamados a la bondad y virtud implícita en cada ser humano para acabar con la desigualdad y hacer de México un gran país. Los soportes para ello serían el individuo, la familia y la nación” (p. 105).
Referencias
PERAZA, A. (2016). “La reforma educativa, realidades y perspectivas. El fracaso del normalismo y la implementación de nuevas políticas en el ejercicio de la docencia en México”, Revista In Jure Anáhuac Mayab, año 5, núm. 9, ISSN 2007-6045. Pp. 108-131.
CARBONELL, M. (2013). Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. México: Porrúa.
TEE, P. (2017). Aprender de Singapur, El poder de las paradojas. México: CREFAL.
INEE. (2013). La Ley del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación. México: Suache S.A. de C.V.
ORNELAS, C. (1995). El Sistema Educativo Mexicano, La transición de fin de siglo. (2°Ed). México: FCE.
GIL, M. (2018). “La reforma educativa. Fracturas estructurales”, Revista Mexicana de Investigación Educativa, Vol. 23, No. 76, ISSN 1405666666, Pp. 303-321.